ACTIVIDAD PRELIMINAR
1. Partiendo de la información obtenida hasta este momento, ¿qué diferencia crees que hay entre el conocimiento de sí y el cuidado de sí?
2. A continuación encontrarás un fragmento del texto de Michel Foucault "Las tecnologías del yo" donde se expone la diferencia existente, según este autor, entre las dos premisas en cuestión. Lee con atención y responde las preguntas que hallarás al final.
Fragmento del texto "Tecnologías del yo"
"El desarrollo de las tecnologías del yo.
Quisiera trazar el desarrollo de la hermenéutica del yo en dos contextos diferentes,
históricamente contiguos: 1) la filosofía grecorromana en los dos primeros siglos a.C.
históricamente contiguos: 1) la filosofía grecorromana en los dos primeros siglos a.C.
del bajo imperio romano, y 2) la espiritualidad cristiana y los principios monásticos
desarrollados en el cuarto y quinto siglos del final del alto imperio romano.
Además, quisiera discutir este tema no sólo en la teoría, sino en relación con un grupo
de prácticas del final de la Antigüedad. Estas prácticas estaban constituidas en griego
como epimelēsthai sautou, «el cuidado de sí», «la preocupación por sí», «el sentirse
preocupado, inquieto por sí».
El precepto «ocuparse de uno mismo» era, para los griegos, uno de los principales
principios de las ciudades, una de las reglas más importantes para la conducta social y
personal y para el arte de la vida. A nosotros, esta noción se nos ha vuelto ahora más
bien oscura y desdibujada. Cuando se pregunta cuál es el principio moral más importante
en la filosofía antigua, la respuesta inmediata no es «Cuidarse de sí mismo»,
sino el principio délfico gnothi sauton («Conócete a ti mismo»).
Es posible que nuestra tradición filosófica haya enfatizado demasiado el segundo
principio y olvidado el primero. El principio délfico no era un principio abstracto referido
a la vida, era un consejo práctico, una regla que había de ser observada para consultar
al oráculo. «Conócete a ti mismo» quería decir: «No supongas que eres un
dios». Otros comentaristas sugieren que significaba: «Ten seguridad de lo que realmente
preguntas cuando vienes a consultar al oráculo».
En los textos griegos y romanos, la exhortación al deber de conocerse a sí mismo estaba
siempre asociada con el otro principio de tener que preocuparse de sí, y fue esta
necesidad de preocuparse de sí la que provocó que la máxima délfica se pusiera en práctica.
Esto ha estado implícito en toda la cultura griega y romana, y explícito desde el
Alcibíades de Platón. En los diálogos socráticos, en Jenofonte, Hipócrates y en la tradición
neoplatónica desde Albino, uno tenía que preocuparse de sí mismo. Tenía que ocuparse
uno mismo de sí mismo antes de que el principio délfico fuera puesto en práctica.
Se produjo una subordinación del segundo principio al primero. Propongo tres ejemplos
de ello.
En la Apología de Platón (29 e), Sócrates se presenta a sí mismo ante el juez como
maestro de epimeleia heautou. «No os avergonzáis por la adquisición de la riqueza y
por la reputación del honor», les dice, pero no os preocupáis por vosotros mismos, esto
es, «por la sabiduría, la verdad y la perfección del alma». Por otra parte, él cuida de los
ciudadanos para asegurarse de que se preocupan de sí: 1) su misión le había sido impuesta
por los dioses, y no la abandonará más que con el último aliento; 2) no pide remuneración
por su obra, es desinteresado, la lleva a cabo por benevolencia; 3) su misión
es útil para la ciudad —más útil que la victoria ateniense en el Olimpo— porque
al enseñar a la gente a ocuparse a sí misma de sí misma, le enseña a ocuparse de sí misma
con la ciudad.
Ocho siglos más tarde se encuentra la misma noción y la misma frase en el tratado
de Gregorio Niceno Sobre la virginidad, pero con un sentido completamente distinto.
Gregorio no se refería al movimiento por el cual uno se preocupa de sí mismo y de la
ciudad, se refería al movimiento por el cual uno renuncia al mundo y al matrimonio y se
despega a sí mismo de la carne y, con virginidad de espíritu y de cuerpo, recobra la inmortalidad
de la cual ha sido privado. En el comentario a la parábola del dracma (Lucas,
15: 8-10), Gregorio exhorta a encender la lámpara y a revolver la casa y buscar, hasta
que brillando en la sombra se descubra el dracma. Con el fin de recobrar la eficacia que
Dios ha grabado en el alma y que el cuerpo ha deslustrado, uno debe preocuparse de sí y
buscar por cada esquina del alma (De Virg. 12).
Podemos ver que el ascetismo cristiano, como la filosofía antigua, se coloca bajo el
signo del cuidado de sí. La obligación de conocerse a sí mismo es uno de los elementos de su preocupación central. Entre los dos extremos —Sócrates y Gregorio Niceno— el
cuidado de sí constituyó no sólo un principio sino una práctica constante.
Tengo dos ejemplos más. El primer texto epicúreo que sirvió como manual de moral
fue la Carta a Meneceo (Diógenes Laercio, 10-122-38). Epicuro escribe que nunca
es demasiado pronto ni demasiado tarde para ocuparse uno mismo de su propia alma.
Uno debería filosofar cuando es joven y también cuando es viejo. Era una tarea que había
que cumplir a lo largo de toda la vida. Las enseñanzas sobre la vida cotidiana se
organizaban alrededor del cuidado de sí con el fin de ayudar a cada miembro del grupo
en la obra mutua de salvación.
Otro ejemplo proviene de un texto alejandrino. Sobre la vida contemplativa, de Filón
de Alejandría. Describe un oscuro y enigmático grupo en la periferia entre la cultura
helenística y la hebraica, llamado los Therapeutae, y marcado por su religiosidad. Se
trataba de una comunidad austera, consagrada a la lectura, a la meditación conciliadora,
a la oración individual y colectiva, y a las reuniones y banquetes espirituales (agape,
«fiesta»). Estas prácticas procedían de la principal tarea: el cuidado de sí (De Vita Cont.
36).
Este es el punto de partida para un posible análisis sobre el cuidado de sí en la cultura
antigua. Me gustaría analizar la relación entre el cuidado y el conocimiento de sí en la
cultura antigua, la relación que había en las tradiciones grecorromanas y cristianas entre
el cuidado de sí y el principio demasiado conocido del «Conócete a ti mismo», puesto
que se trata de distintas formas de cuidado, se trata de distintas formas del yo.
Resumen
Existen varias razones por las cuales el «Conócete a ti mismo» ha oscurecido el
«Cuídate a ti mismo». En primer lugar, ha habido una profunda transformación en los
principios morales de la sociedad occidental. Nos resulta difícil fundar una moralidad
rigurosa y principios austeros en el precepto de que debemos ocuparnos de nosotros
mismos más que de ninguna otra cosa en el mundo. Nos inclinamos más bien a considerar
el cuidarnos como una inmoralidad y una forma de escapar a toda posible regla.
Hemos heredado la tradición de moralidad cristiana que convierte la renuncia de sí en
principio de salvación. Conocerse a sí mismo era paradójicamente la manera de renunciar
a sí mismo.
También somos herederos de una tradición secular que respeta la ley externa como
fundamento de la moralidad. ¿Cómo puede entonces el respeto de sí ser la base de la
moralidad? Somos los herederos de una moral social que busca las reglas de la conducta
aceptable en las relaciones con los demás. Desde el siglo XVI, la crítica a la moral establecida
ha sido emprendida en nombre de la importancia que tiene el reconocimiento y
el conocimiento del yo. Por este motivo, resulta difícil considerar el interés por uno
mismo como compatible con la moralidad. El «Conócete a ti mismo» ha oscurecido al
«Preocúpate de ti mismo», porque nuestra moralidad insiste en que lo que se debe rechazar
es el sujeto.
La segunda razón es que en la filosofía teorética, de Descartes a Husserl, el conocimiento
del yo (el sujeto pensante) adquiere una importancia creciente como primera
etapa en la teoría del conocimiento.
Resumiendo: ha habido una inversión entre la jerarquía de los dos principios de la
Antigüedad, «Preocúpate de ti mismo» y «Conócete a ti mismo». En la cultura grecorromana
el conocimiento de sí se presentaba como la consecuencia de la preocupación
por sí. En el mundo moderno, el conocimiento de sí constituye el principio fundamental."
Bibliografía:
Foucault, Michel. Tecnologías del yo y otros textos afines, Barcelona: Paidós, 1990.
ACTIVIDAD
1. Explica con tus propias palabras la diferencia entre "conocimiento de sí" y "cuidado de sí", según el texto de Foucault. Compáralo con la respuesta que diste a la pregunta del inicio.
2. ¿Por qué crees tú que en la época moderna se le da más importancia al conocimiento de sí que al cuidado de sí?
3. Para ti ¿cuál de los dos principios debe tener más importancia? ¿Por qué?
desarrollados en el cuarto y quinto siglos del final del alto imperio romano.
Además, quisiera discutir este tema no sólo en la teoría, sino en relación con un grupo
de prácticas del final de la Antigüedad. Estas prácticas estaban constituidas en griego
como epimelēsthai sautou, «el cuidado de sí», «la preocupación por sí», «el sentirse
preocupado, inquieto por sí».
El precepto «ocuparse de uno mismo» era, para los griegos, uno de los principales
principios de las ciudades, una de las reglas más importantes para la conducta social y
personal y para el arte de la vida. A nosotros, esta noción se nos ha vuelto ahora más
bien oscura y desdibujada. Cuando se pregunta cuál es el principio moral más importante
en la filosofía antigua, la respuesta inmediata no es «Cuidarse de sí mismo»,
sino el principio délfico gnothi sauton («Conócete a ti mismo»).
Es posible que nuestra tradición filosófica haya enfatizado demasiado el segundo
principio y olvidado el primero. El principio délfico no era un principio abstracto referido
a la vida, era un consejo práctico, una regla que había de ser observada para consultar
al oráculo. «Conócete a ti mismo» quería decir: «No supongas que eres un
dios». Otros comentaristas sugieren que significaba: «Ten seguridad de lo que realmente
preguntas cuando vienes a consultar al oráculo».
En los textos griegos y romanos, la exhortación al deber de conocerse a sí mismo estaba
siempre asociada con el otro principio de tener que preocuparse de sí, y fue esta
necesidad de preocuparse de sí la que provocó que la máxima délfica se pusiera en práctica.
Esto ha estado implícito en toda la cultura griega y romana, y explícito desde el
Alcibíades de Platón. En los diálogos socráticos, en Jenofonte, Hipócrates y en la tradición
neoplatónica desde Albino, uno tenía que preocuparse de sí mismo. Tenía que ocuparse
uno mismo de sí mismo antes de que el principio délfico fuera puesto en práctica.
Se produjo una subordinación del segundo principio al primero. Propongo tres ejemplos
de ello.
En la Apología de Platón (29 e), Sócrates se presenta a sí mismo ante el juez como
maestro de epimeleia heautou. «No os avergonzáis por la adquisición de la riqueza y
por la reputación del honor», les dice, pero no os preocupáis por vosotros mismos, esto
es, «por la sabiduría, la verdad y la perfección del alma». Por otra parte, él cuida de los
ciudadanos para asegurarse de que se preocupan de sí: 1) su misión le había sido impuesta
por los dioses, y no la abandonará más que con el último aliento; 2) no pide remuneración
por su obra, es desinteresado, la lleva a cabo por benevolencia; 3) su misión
es útil para la ciudad —más útil que la victoria ateniense en el Olimpo— porque
al enseñar a la gente a ocuparse a sí misma de sí misma, le enseña a ocuparse de sí misma
con la ciudad.
Ocho siglos más tarde se encuentra la misma noción y la misma frase en el tratado
de Gregorio Niceno Sobre la virginidad, pero con un sentido completamente distinto.
Gregorio no se refería al movimiento por el cual uno se preocupa de sí mismo y de la
ciudad, se refería al movimiento por el cual uno renuncia al mundo y al matrimonio y se
despega a sí mismo de la carne y, con virginidad de espíritu y de cuerpo, recobra la inmortalidad
de la cual ha sido privado. En el comentario a la parábola del dracma (Lucas,
15: 8-10), Gregorio exhorta a encender la lámpara y a revolver la casa y buscar, hasta
que brillando en la sombra se descubra el dracma. Con el fin de recobrar la eficacia que
Dios ha grabado en el alma y que el cuerpo ha deslustrado, uno debe preocuparse de sí y
buscar por cada esquina del alma (De Virg. 12).
Podemos ver que el ascetismo cristiano, como la filosofía antigua, se coloca bajo el
signo del cuidado de sí. La obligación de conocerse a sí mismo es uno de los elementos de su preocupación central. Entre los dos extremos —Sócrates y Gregorio Niceno— el
cuidado de sí constituyó no sólo un principio sino una práctica constante.
Tengo dos ejemplos más. El primer texto epicúreo que sirvió como manual de moral
fue la Carta a Meneceo (Diógenes Laercio, 10-122-38). Epicuro escribe que nunca
es demasiado pronto ni demasiado tarde para ocuparse uno mismo de su propia alma.
Uno debería filosofar cuando es joven y también cuando es viejo. Era una tarea que había
que cumplir a lo largo de toda la vida. Las enseñanzas sobre la vida cotidiana se
organizaban alrededor del cuidado de sí con el fin de ayudar a cada miembro del grupo
en la obra mutua de salvación.
Otro ejemplo proviene de un texto alejandrino. Sobre la vida contemplativa, de Filón
de Alejandría. Describe un oscuro y enigmático grupo en la periferia entre la cultura
helenística y la hebraica, llamado los Therapeutae, y marcado por su religiosidad. Se
trataba de una comunidad austera, consagrada a la lectura, a la meditación conciliadora,
a la oración individual y colectiva, y a las reuniones y banquetes espirituales (agape,
«fiesta»). Estas prácticas procedían de la principal tarea: el cuidado de sí (De Vita Cont.
36).
Este es el punto de partida para un posible análisis sobre el cuidado de sí en la cultura
antigua. Me gustaría analizar la relación entre el cuidado y el conocimiento de sí en la
cultura antigua, la relación que había en las tradiciones grecorromanas y cristianas entre
el cuidado de sí y el principio demasiado conocido del «Conócete a ti mismo», puesto
que se trata de distintas formas de cuidado, se trata de distintas formas del yo.
Resumen
Existen varias razones por las cuales el «Conócete a ti mismo» ha oscurecido el
«Cuídate a ti mismo». En primer lugar, ha habido una profunda transformación en los
principios morales de la sociedad occidental. Nos resulta difícil fundar una moralidad
rigurosa y principios austeros en el precepto de que debemos ocuparnos de nosotros
mismos más que de ninguna otra cosa en el mundo. Nos inclinamos más bien a considerar
el cuidarnos como una inmoralidad y una forma de escapar a toda posible regla.
Hemos heredado la tradición de moralidad cristiana que convierte la renuncia de sí en
principio de salvación. Conocerse a sí mismo era paradójicamente la manera de renunciar
a sí mismo.
También somos herederos de una tradición secular que respeta la ley externa como
fundamento de la moralidad. ¿Cómo puede entonces el respeto de sí ser la base de la
moralidad? Somos los herederos de una moral social que busca las reglas de la conducta
aceptable en las relaciones con los demás. Desde el siglo XVI, la crítica a la moral establecida
ha sido emprendida en nombre de la importancia que tiene el reconocimiento y
el conocimiento del yo. Por este motivo, resulta difícil considerar el interés por uno
mismo como compatible con la moralidad. El «Conócete a ti mismo» ha oscurecido al
«Preocúpate de ti mismo», porque nuestra moralidad insiste en que lo que se debe rechazar
es el sujeto.
La segunda razón es que en la filosofía teorética, de Descartes a Husserl, el conocimiento
del yo (el sujeto pensante) adquiere una importancia creciente como primera
etapa en la teoría del conocimiento.
Resumiendo: ha habido una inversión entre la jerarquía de los dos principios de la
Antigüedad, «Preocúpate de ti mismo» y «Conócete a ti mismo». En la cultura grecorromana
el conocimiento de sí se presentaba como la consecuencia de la preocupación
por sí. En el mundo moderno, el conocimiento de sí constituye el principio fundamental."
Bibliografía:
Foucault, Michel. Tecnologías del yo y otros textos afines, Barcelona: Paidós, 1990.
ACTIVIDAD
1. Explica con tus propias palabras la diferencia entre "conocimiento de sí" y "cuidado de sí", según el texto de Foucault. Compáralo con la respuesta que diste a la pregunta del inicio.
2. ¿Por qué crees tú que en la época moderna se le da más importancia al conocimiento de sí que al cuidado de sí?
3. Para ti ¿cuál de los dos principios debe tener más importancia? ¿Por qué?
Ver el texto completo de Michel Foucault "Las tecnologías del yo y otros textos afines": http://es.scribd.com/doc/33746778/Michel-Foucault-Tecnologias-del-Yo
Link relacionado con el tema:
http://canetmart.blogspot.com/2010/06/el-cuidado-de-si-en-el-estoicismo.html
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